16 de julio — Fiesta de Nuestra Señora del Carmen
“Una Madre del cielo que no olvida a sus hijos en la tierra”
La solemnidad de Nuestra Señora del Carmen, celebrada cada 16 de julio, es una de las más entrañables del calendario mariano. Esta advocación poderosa y maternal toma su nombre del monte Carmelo, lugar sagrado de la Tierra Santa, escenario de acontecimientos bíblicos memorables ligados al profeta Elías, tal como se relata en el Primer Libro de los Reyes.
Allí, en las cimas del Carmelo, Elías desafió a los falsos profetas e invocó con fe al Dios verdadero, obteniendo como respuesta un fuego celestial que consumió el sacrificio, símbolo del poder de la oración auténtica y del culto verdadero (1Re 18, 20-40). Aquel monte se convirtió también en refugio de hombres santos, que deseaban retirarse del bullicio del mundo para llevar una vida de oración, penitencia y contemplación. Ellos fueron los precursores de lo que más tarde sería la Orden del Carmen, nacida allí mismo en el siglo XII, tras la liberación del lugar durante las Cruzadas.
En medio de aquel fervor, en el año 1251, la Virgen del Carmen se apareció a San Simón Stock, prior general de la Orden, en Inglaterra. Le entregó el santo escapulario, prenda bendita y signo de protección, con una promesa que ha atravesado los siglos con esperanza:
“Quien muera con este hábito no sufrirá el fuego eterno.”
Este pequeño trozo de tela, que se lleva sobre los hombros o como medalla junto al corazón, no es un amuleto, sino un signo de consagración a María, un compromiso de vida cristiana, y una alianza con la Madre del cielo. Ella se hace garante de quienes lo portan con devoción, con vida casta según su estado y oración mariana fiel. El escapulario es manto espiritual y promesa de auxilio en el momento final.
En 1317, la Virgen del Carmen se apareció también al Papa Juan XXII, renovando su promesa con el llamado “privilegio sabatino”:
Quien haya llevado el escapulario y haya vivido según sus exigencias, será liberado del Purgatorio el primer sábado después de su muerte.
Esta devoción ha sido sostenida por grandes santos y propagadores del amor a María, como San Alfonso María de Ligorio, San Luis María Grignion de Montfort, San Antonio María Claret, y San Josemaría Escrivá de Balaguer, entre muchos otros. Todos ellos reconocieron en el escapulario una poderosa ayuda para la salvación y una fuente de consuelo en el combate espiritual.
La Virgen del Carmen es también la Patrona de los marineros, de quienes se lanzan al mar confiando su vida a las olas y al cielo. En cada puerto, en cada pueblo costero, en cada rincón de fe viva, el 16 de julio se celebra una Madre que vela, que intercede y que salva.
Hoy, en este día de gracia, renovemos nuestra entrega a María del Carmen, recemos con fe, portemos con devoción el escapulario, y pidamos su amparo para nuestra vida, para nuestra muerte, y para el eterno descanso.
¡Virgen del Carmen, estrella del mar, guía nuestros pasos hasta el puerto de la vida eterna!
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