Los Santos son los protagonistas de la Historia.

El Nombre que nos imponen cuando nos Bautizan, nos hace únicos, y es el que como hijos de Dios determina nuestra misión en la vida para proclamar la Buena Nueva.

martes, 15 de julio de 2025

LA VIRGEN DEL CARMEN "Bajo el Manto de Nuestra Señora del Carmen: Un Refugio de Amor, Esperanza y Fe"

16 de julio — Fiesta de Nuestra Señora del Carmen
“Una Madre del cielo que no olvida a sus hijos en la tierra”

La solemnidad de Nuestra Señora del Carmen, celebrada cada 16 de julio, es una de las más entrañables del calendario mariano. Esta advocación poderosa y maternal toma su nombre del monte Carmelo, lugar sagrado de la Tierra Santa, escenario de acontecimientos bíblicos memorables ligados al profeta Elías, tal como se relata en el Primer Libro de los Reyes.

Allí, en las cimas del Carmelo, Elías desafió a los falsos profetas e invocó con fe al Dios verdadero, obteniendo como respuesta un fuego celestial que consumió el sacrificio, símbolo del poder de la oración auténtica y del culto verdadero (1Re 18, 20-40). Aquel monte se convirtió también en refugio de hombres santos, que deseaban retirarse del bullicio del mundo para llevar una vida de oración, penitencia y contemplación. Ellos fueron los precursores de lo que más tarde sería la Orden del Carmen, nacida allí mismo en el siglo XII, tras la liberación del lugar durante las Cruzadas.

En medio de aquel fervor, en el año 1251, la Virgen del Carmen se apareció a San Simón Stock, prior general de la Orden, en Inglaterra. Le entregó el santo escapulario, prenda bendita y signo de protección, con una promesa que ha atravesado los siglos con esperanza:

“Quien muera con este hábito no sufrirá el fuego eterno.”

Este pequeño trozo de tela, que se lleva sobre los hombros o como medalla junto al corazón, no es un amuleto, sino un signo de consagración a María, un compromiso de vida cristiana, y una alianza con la Madre del cielo. Ella se hace garante de quienes lo portan con devoción, con vida casta según su estado y oración mariana fiel. El escapulario es manto espiritual y promesa de auxilio en el momento final.

En 1317, la Virgen del Carmen se apareció también al Papa Juan XXII, renovando su promesa con el llamado “privilegio sabatino”:

Quien haya llevado el escapulario y haya vivido según sus exigencias, será liberado del Purgatorio el primer sábado después de su muerte.

Esta devoción ha sido sostenida por grandes santos y propagadores del amor a María, como San Alfonso María de LigorioSan Luis María Grignion de MontfortSan Antonio María Claret, y San Josemaría Escrivá de Balaguer, entre muchos otros. Todos ellos reconocieron en el escapulario una poderosa ayuda para la salvación y una fuente de consuelo en el combate espiritual.

La Virgen del Carmen es también la Patrona de los marineros, de quienes se lanzan al mar confiando su vida a las olas y al cielo. En cada puerto, en cada pueblo costero, en cada rincón de fe viva, el 16 de julio se celebra una Madre que vela, que intercede y que salva.

Hoy, en este día de gracia, renovemos nuestra entrega a María del Carmen, recemos con fe, portemos con devoción el escapulario, y pidamos su amparo para nuestra vida, para nuestra muerte, y para el eterno descanso.

¡Virgen del Carmen, estrella del mar, guía nuestros pasos hasta el puerto de la vida eterna!

Una devocionales especial ya que estudié en los PP Carmelitas,
y me crié en Santa Catalina en el seno de una familia de marineros.

 

viernes, 27 de junio de 2025

S. GUILLERMO, ABAD, FUNDADOR DE LOS MONJES DE MONTEVIRGEN

 FESTIVIDAD el 25 de junio.   

Guillermo nació en Vercelli, de una noble familia, hacia el año 1085. A los quince años se dedicó a recorrer los principales santuarios de Europa; entre ellos, Santiago de Compostela. Intentó, también, ir a Tierra Santa, pero fue disuadido por San Juan de Matera y por otra razón aun más contundente: una paliza propinada por unos ladrones. A raíz de ese desagradable incidente, se dirigió a Montevergine. Buscaba la soledad, y en ese lugar fundó, en 1128, la congregación benedictina de Montevergine. La regla que impuso a los monjes era muy austera: en las comidas no se permitía el vino, la carne, la leche y sus productos y, durante tres días a la semana, no había otro alimento que verduras y pan seco.



META INIMAGINABLE

El monasterio que fundó fue erigido en un lugar despoblado a unos 1.300 metros al este de Nápoles llamado Monte Virgiliano. Allí practicó una vida eremítica durante algunos años.

Luego se le unieron algunos discípulos, entre ellos sacerdotes, que construyeron celdas y participaron de la edificación de una iglesia dedicada a la Virgen en 1124, y más tarde un monasterio al que Guillermo dio el nombre de Montevergine (Monte Virgen).

La afluencia de fieles fue ocasión para que los sacerdotes ejercieran su ministerio pero Guillermo, buscando la soledad, se alejó de Partenio hacia 1128. Se estableció en la llanura de Goleto en los límites de Campania y Basilicata. Allí comenzó una nueva experiencia monástica, un monasterio doble integrado mayormente por mujeres. Fundó otros varios de la misma regla aunque tampoco en Goleto permaneció de forma estable ya que viajó a Apulia en varias oportunidades.


Los monjes de Montevergine

Guillermo Abad se caracterizó por establecer unas rigurosas reglas de convivencia en el monasterio: estricta penitencia, oración, meditación y el ejercicio de la caridad hacia los pobres. Así surge la Congregación Verginiana, que se reconocería oficialmente en 1126.
Es representado frecuentemente con hábito blanco, portando un báculo en su mano derecha, y con un lobo a sus pies. Según una tradición, un lobo devoró su asno y él lo reprendió, convirtiéndolo. Con variantes, el mismo tipo de relato se reiteró años más tarde con el lobo de Gubbio en las Florecillas de san Francisco. Se trata de ejemplos de la narrativa cristiana propia de la época, que presentaba a santos como Guillermo, Francisco de Asís o Antonio de Padua ejerciendo influencia sobre el comportamiento de los animales o sobre la naturaleza, probablemente como reflejo de las actitudes y de los idearios que ellos vivieron.


Patrón de Irpinia

Murió en Goleto, hoy Sant'Angelo dei Lombardi, el 25 de junio de 1142. Su cuerpo permaneció en Goleto hasta 1807, año en que fue trasladado a Montevergine.
La veneración de Guillermo de Vercelli se inició en los monasterios de su propia congregación, y se extendió gradualmente a la diócesis de Vercelli y a todo el reino de Nápoles. En 1785, el culto se generalizó en toda la Iglesia católica. Su festividad se celebra el 25 de junio.
En 1942, Pío XII proclamó a Guillermo de Vercelli patrono de Irpina.



lunes, 26 de mayo de 2025

San Felipe Neri. 26 de mayo. El Santo de la alegría y la caridad.

San Felipe Neri nació en Florencia el 21 de julio de 1515, en una familia acomodada. Desde joven mostró un espíritu piadoso, desprendido y alegre. A los dieciocho años se trasladó a Roma, donde renunció a toda ambición mundana y se entregó de lleno a la oración, la penitencia y el apostolado entre los jóvenes, los humildes y los enfermos.

Con una fe profunda y un corazón inflamado de amor por Dios, vivía con gran austeridad, ayunando con frecuencia solo a pan y agua, y pasando largas horas en oración, especialmente en las catacumbas de San Sebastián, donde experimentó éxtasis místicos y fenómenos sobrenaturales, como la dilatación visible de su corazón y la deformación de sus costillas, efecto del ardor espiritual que lo consumía.

En 1551 fue ordenado sacerdote, y a partir de entonces su labor pastoral se intensificó, especialmente en el confesionario, donde logró conversiones sorprendentes. Tenía el don de leer los corazones y tocar las almas con dulzura, humor y profundidad. Fundó la Congregación del Oratorio, aprobada por el Papa Gregorio XIII en 1575: una comunidad de sacerdotes seculares dedicada a la instrucción cristiana, la predicación sencilla del Evangelio y la atención caritativa a los enfermos y pobres.

San Felipe unía a su vida espiritual una alegría desbordante, un sentido del humor agudo y una humildad ejemplar. Era capaz de reírse de sí mismo para combatir la vanagloria, y animaba a sus discípulos a vivir la fe con gozo y cercanía. Decía: "Tristeza y melancolía, fuera de la casa mía".

Se cuenta que, en una ocasión, al enterarse de que un sacerdote se había secularizado, exclamó entre lágrimas: "¡No conocen a Dios! ¿Cómo lo iban a cambiar por una mujer?"

Dios le concedió varios dones místicos y carismas extraordinarios. Uno de los más impresionantes fue el milagro de la resurrección del joven Príncipe Paolo Massimo, fallecido de manera repentina. Felipe lo llamó por su nombre, y el muchacho volvió a la vida el tiempo justo para confesarse y recibir la absolución, antes de morir definitivamente. Este prodigio causó gran conmoción y aumentó su fama de santidad.

Hasta su muerte, San Felipe Neri mantuvo un corazón joven, lleno de amor por Cristo y por las almas. Murió serenamente en Roma la noche del 26 de mayo de 1595, que ese año coincidía con la vigilia de la solemnidad del Corpus Christi, fiesta eucarística que tanto veneraba.

Fue canonizado en 1622 por el Papa Gregorio XV. Hoy es recordado como el “Santo de la alegría”, modelo de caridad, apóstol de los jóvenes, confesor incansable y padre espiritual de Roma.


viernes, 13 de diciembre de 2024

SANTA LUCÍA virgen y martir. Símbolo de fe y fortaleza.

 13 de diciembre, "Santa Lucía virgen y mártir, muerta por defender su virtud y proclamar su fe en Jesucristo".


Su historia ha llegado hasta nosotros a través de las actas del martirio, tradiciones, narraciones populares y leyendas. Lucía nació a finales del siglo III en Siracusa (Italia), en una familia rica y de alto rango. Educada cristianamente, era aún muy niña cuando quedó huérfana de padre. Su madre Eutiquia la crió con amor y dedicación. Aún adolescente, Lucía planea consagrarse a Dios, pero custodia este deseo en el corazón. Ignorando las intenciones de su hija, Eutiquia la promete como esposa –según la costumbre de la época- a un joven de buena familia pero no cristiano. Lucía no revela su intención de mantenerse virgen por Cristo, y pospone la boda con diversos pretextos, confiando en la oración y en la ayuda divina.

El viaje a Catania y la intercesión de Santa Águeda

En el año 301, Lucía y su madre se dirigen en peregrinación a Catania, para visitar el sepulcro de Santa Águeda. Eutiquia sufría de hemorragias y, a pesar de numerosas y costosas curas, no mejoraba. Madre e hija desean pedir la gracia de la curación mediante la intercesión de Santa  Águeda, joven mártir de Catania.

Así, el 5 de febrero llegan a las laderas del Etna; es el dies natalis de Águeda. Participan en la celebración eucarística junto a la tumba de la santa. Y sucede que, “al oír el episodio evangélico de la hemorroisa, que logró curarse con sólo tocar el borde del vestido del Señor, Lucía se dirigió a su madre diciendo: ‘Madre, si prestas fe a las cosas que se han leído, creerás también que Águeda, que padeció por Cristo, tiene acceso libre y confiado a su Tribunal. Por tanto, toca con confianza el sepulcro de ella, si quieres, y quedarás curada” (Pasión de Santa Lucía).

Eutiquia y Lucía se acercan entonces a la sepultura de Águeda. Lucía reza por su madre e implora para sí misma la gracia de poder dedicar su vida a Dios. Absorta en una especie de sueño, como en éxtasis, ve a Águeda entre ángeles que le dice: “Lucía, hermana mía y virgen del Señor, ¿por qué me pides lo que tú misma puedes conseguir? Tu fe ha sido de gran ayuda para tu madre, ella está ya curada. Y del mismo modo que la ciudad de Catania está llena de gracias por mí, así la ciudad de Siracusa será preservada por ti, porque ha agradado a Nuestro Señor Jesucristo que tú hayas conservado tu virginidad”. Cuando vuelve en sí, Lucía narra su visión a la madre, le revela su propósito de renunciar a un esposo terreno y le pide permiso para vender su dote con el fin de hacer obras de caridad para los pobres.

El martirio

Desilusionado y resentido, el joven que ambicionaba su mano la denuncia al prefecto Pascasio, acusándola de rendir culto a Cristo y de desobedecer las normas del edicto de Diocleciano. Arrestada y conducida ante el prefecto, Lucía se niega a sacrificar ante los dioses, y profesa su fe con orgullo: “Yo soy una sierva del Dios eterno, que ha dicho: ‘ Cuando os lleven ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo habéis de hablar o qué habéis de decir en defensa propia, porque en aquel mismo momento el Espíritu Santo os enseñará lo que debéis decir’”.


Le pregunta Pascasio: “Entonces, ¿tú crees que tienes el Espíritu Santo?”. Lucía responde: “Lo ha dicho el Apóstol: ‘Los castos son templo de Dios, y el Espíritu Santo habita en ellos’. Pascrasio, para desacreditarla, ordena que sea conducida a un prostíbulo. Pero Lucía declara que no cederá a la concupiscencia de la carne, y que como su cuerpo sufrirá violencia contra su voluntad, ella seguirá siendo casta, pura e incontaminada en el espíritu y en la mente. Cuando tratan de llevársela, los soldados no consiguen moverla. Atada de pies y manos, no logran arrastrarla ni siquiera con la ayuda de bueyes. Exasperado por este extraordinario hecho, Pascasio dispone que la joven sea quemada viva. Pero el fuego no la daña.
Furibundo, Pascasio ordena que le arranquen los ojos y que Lucía sea decapitada, y así muere la joven mártir el 13 de diciembre del año 304 a la edad de 21 años.


Sta. Lucía es patrona de Siracusa y de otras poblaciones, y también ejerce su patrocinio sobre la vista, los ciegos, modistas, sastres, fotógrafos y  otros.

 

 

martes, 3 de diciembre de 2024

SANTA BÁRBARA Por su firmeza en la Fe, fue martirizada por su propio padre.

Santa Bárbara: Fe, Coraje y Protección Eterna

 Cada 4 de diciembre celebramos la vida de Santa Bárbara, una joven cuya valentía y fe inquebrantable han inspirado a generaciones. Nacida en Nicomedia, una provincia del antiguo Imperio Romano ubicada en la actual Turquía, vivió entre los siglos III y IV, un tiempo marcado por la persecución de los cristianos.

Bárbara era hija de Dióscoro, un gobernador pagano estricto y controlador. Temiendo que su hija adoptara la fe cristiana, Dióscoro la confinó en una torre, lejos de toda influencia externa. Incluso contrató filósofos y poetas para moldear su pensamiento según las creencias de la época. Pero el plan no resultó como esperaba. En su aislamiento, Bárbara encontró una conexión profunda con Cristo y abrazó la fe cristiana, desafiando las órdenes de su padre.

Cuando Dióscoro descubrió su conversión, se sintió traicionado y enfurecido. Bárbara se negó a casarse con el hombre que su padre había elegido para ella, declarando que su único compromiso era con Cristo. Este acto de valentía la llevó a ser arrestada y sometida a torturas crueles. Sin embargo, su fe permaneció intacta, y su resistencia solo fortaleció su determinación.

Finalmente, fue condenada a muerte. En un acto de crueldad inimaginable, su propio padre se ofreció como verdugo. En la cima de una montaña, Dióscoro la decapitó. Pero inmediatamente después, un rayo lo fulminó, interpretado como un juicio divino. Este evento selló el lugar de Bárbara en la memoria colectiva como una santa protectora contra los peligros repentinos y las fuerzas de la naturaleza.

 Legado y Simbología

A pesar de la falta de pruebas históricas concluyentes sobre su vida, el impacto de Santa Bárbara trasciende el tiempo. Su culto se extendió por Europa y fue oficialmente reconocido por la Iglesia en el siglo XVI. Su imagen suele representarla con un manto rojo, símbolo del martirio, junto a un cáliz con la sangre de Cristo, una rama de olivo como emblema de la paz eterna, y una torre, referencia a su confinamiento.

El relato de su martirio y el rayo que cayó sobre su padre la convirtieron en la protectora contra tormentas eléctricas y otros desastres naturales. Con el tiempo, su patronazgo se amplió a los artilleros, ingenieros, zapadores y mineros, profesiones relacionadas con el manejo de explosivos. En su honor, el compartimiento de municiones en los buques recibió el nombre de "santabárbara".

Santa Bárbara también es invocada en momentos críticos para recibir los últimos sacramentos y asegurar una muerte en paz. Su historia sigue siendo un recordatorio de que la fe, la entrega y el coraje pueden iluminar incluso los tiempos más oscuros. Su legado no solo vive en los corazones de los fieles, sino también en símbolos y tradiciones que nos conectan con su extraordinaria vida.

 

SAN FRANCISCO JAVIER. El santo que resucitó muertos.

3 de diciembre, San Francisco Javier, patrono de las misiones.
El santo que resucitó muertos.


San Francisco nació en el castillo de Javier, Navarra (España), el 7 de abril de 1506, de familia noble. Era el pequeño de cinco hermanos. 

Estudió en Navarra y en París, donde llevaba una vida tibia, hasta que se convertiría con la ayuda de  San Ignacio de Loyola que le repitió las palabras de Nuestro Señor: "¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si pierde su alma?" (Mt 16,26).
Este pensamiento al principio le parecía fastidioso y contrario a sus aspiraciones, pero poco a poco fue calando y retando su orgullo y vanidad. Por fin San Ignacio logró que Francisco se apartara un tiempo para hacer un retiro especial que el mismo Ignacio había desarrollado basado en su propia lucha por la santidad. Se trata de los "Ejercicios Espirituales".  Francisco fue guiado por Ignacio en aquellos días de profundo combate espiritual y quedó profundamente transformado por la gracia de Dios.  Comprendió las palabras que Ignacio: "Un corazón tan grande y un alma tan noble no pueden contentarse con los efímeros honores terrenos.  Tu ambición debe ser la gloria que dura eternamente".
"Ve e incendia el mundo." 

San Francisco Javier, a sus 28 años, con cinco compañeros con los que se fundaría la Compañía de Jesús, hizo voto de pobreza, castidad y obediencia. Y tres años más tarde se ordenó sacerdote estando en Venecia. 

Los jesuitas se ofrecieron al Papa para ser enviados a predicar a cualquier lugar, y San Francisco fue nombrado legado del Papa en las tierras del Mar Rojo,  Golfo Pérsico y de Oceanía, siendo enviado a  las Indias Orientales, a donde partió desde Lisboa. El viaje marítimo duró 13 meses.

Predicó en Goa, Pesquería, Malaca, Macasar, Socotora, Célebes  Molucas, Singapur, Travancore, Japón, y en otras poblaciones. Se calcula que llegó a bautizar a un millón de hombres.

SAN FRANCISCO JAVIER NO LO TUVO FÁCIL... 
Goa era colonia portuguesa desde 1510. Había ahí un número considerable de cristianos, con obispo, clero y varias iglesias.
Desgraciadamente, muchos de los portugueses se habían dejado arrastrar por la ambición, la usura y los vicios, hasta el extremo de que muchos abandonaban la fe. Los sacramentos habían caído en desuso; se usaba el rosario para contar el número de azotes que mandaban dar a sus esclavos. La escandalosa conducta los cristianos alejaba de la fe a los infieles. Esto fue un reto para San Francisco Javier. 
Además, fuera de Goa había a lo más, cuatro predicadores y ninguno de ellos era sacerdote. El misionero comenzó por instruir a los portugueses en los principios de la religión y a formar a los jóvenes en la práctica de la virtud. Después de pasar la mañana en asistir y consolar a los enfermos y a los presos, en hospitales y prisiones miserables, recorría las calles tocando una campanita para llamar a los niños y a los esclavos al catecismo. Estos acudían en gran cantidad y el santo les enseñaba el Credo, las oraciones y la práctica de la vida cristiana. 
Todos los domingos celebraba la misa a los leprosos, predicaba a los cristianos y a los hindúes y visitaba las casas. Su amabilidad y su caridad con el prójimo le ganaron muchas almas.
Uno de los pecados más comunes era el concubinato de los portugueses de todas las clases sociales con las mujeres del país, dado que había en Goa muy pocas portuguesas. 
Tursellini, el autor de la primera biografía de San Francisco Javier, que fue publicada en 1594, describe con viveza los métodos que empleó el santo para combatir aquella vida de pecado. Por ellos, puede verse el tacto con que supo Javier predicar la moralidad cristiana, demostrando que no contradecía ni al sentido común, ni a los instintos verdaderamente humanos.
Para instruir a los pequeños y a los ignorantes, el santo solía adaptar las verdades del cristianismo a la música popular, un método que tuvo tal éxito que, poco después, se cantaban las canciones que él había compuesto, lo mismo en las calles que en las casa, en los campos que en los talleres.

UN HOMBRE ENGRANDECIDO POR DIOS.

San Francisco Javier, conocido como uno de los más grandes misioneros de la Iglesia Católica, fue protagonista de milagros que fortalecieron la fe de muchos en sus viajes por Asia. Entre ellos destacan:

  1. El milagro de los peces en India, donde los peces saltaron al agua tras levantar la cruz, asombrando a sus opositores.
  2. El don de lenguas, permitiéndole comunicarse sin haber aprendido idiomas locales.
  3. Curaciones milagrosas, devolviendo la salud a enfermos mediante la oración.
  4. Resurrección de un joven muerto, tras intensas plegarias.
  5. El crucifijo en el mar, lanzado por San Francisco Javier que calmó una tormenta, y fue encontrado intacto en la orilla.
  6. Protección divina, enfrentado a condiciones extremas, y saliendo ileso de múltiples peligros en sus misiones.

 SU MUERTE A LAS PUERTAS DE CHINA...

La cristiandad había prosperado en la India durante la ausencia de Javier; pero también se habían multiplicado las dificultades y los abusos, tanto entre los misioneros como entre las autoridades portuguesas, y todo ello necesitaba urgentemente la atención del santo. Francisco Javier emprendió la tarea con tanta caridad como firmeza. Cuatro meses después, el 25 de abril de 1552, se embarcó nuevamente, llevando por compañeros a un sacerdote y un estudiante jesuitas, un criado indio y un joven chino que hubiera sido su intérprete si no hubiese olvidado su lengua natal. En Malaca, el santo fue recibido por Diego Pereira, a quien el virrey de la India había nombrado embajador ante la corte de China. 

San Francisco tuvo que hablar en Malaca sobre dicha embajada con Don Alvaro de Ataide, hijo de Vasco de Gama, que era el jefe en la marina de la región. Como Alvaro de Ataide era enemigo personal de Diego Pereira, se negó a dejar partir Pereira y a Francisco Javier, tanto en calidad de embajador como de comerciante. Ataide no se dejó convencer por los argumentos de Francisco Javier, ni siquiera cuando éste le mostró el breve de Paulo III por el que había sido nombrado nuncio apostólico. Por el hecho de oponer obstáculos a un nuncio pontificio, Ataide incurría en la excomunión. Finalmente, Ataide permitió que Francisco Javier partiese a la China. El santo envió al Japón al sacerdote jesuita y sólo conservó a su lado al joven chino, que se llamaba Antonio. Con su ayuda, esperaba poder introducirse furtivamente en China, que hasta entonces había sido inaccesible a los extranjeros. A fines de agosto de 1552, la expedición llegó a la isla desierta de Sancián (Shang-Chawan) que dista unos veinte kilómetros de la costa y está situada a cien kilómetros al sur de Hong Kong.

Por medio de una de las naves, Francisco Javier escribió desde ahí varias cartas.  Una de ellas iba dirigida a Pereira, a quien el santo decía: "Si hay alguien que merezca que Dios le premie en esta empresa, sois vos. Y a vos se deberá su éxito". En seguida, describía las medidas que había tomado: con mucha dificultad y pagando generosamente, había conseguido que un mercader chino se comprometiese a desembarcar de noche en Cantón, no sin exigirle que jurase que no revelaría su nombre a nadie. En tanto que llegaba la ocasión de realizar el proyecto, Javier cayó enfermo. Como sólo quedaba uno de los navíos portugueses, el santo se encontró en la miseria. En su última carta escribió: "Hace mucho tiempo que no tenía tan pocas ganas de vivir como ahora".
El mercader chino no volvió a presentarse. El 21 de noviembre, el santo se vio atacado por una fiebre y se refugió en el navío. Pero el movimiento del mar le hizo daño, de suerte que al día siguiente pidió que le trasportasen de nuevo a tierra. En el navío predominaban los hombres de Don Alvaro de Ataide, los cuales, temiendo ofender a éste, dejaron a Javier en la playa, expuesto al terrible viento del norte.
Un compasivo comerciante portugués le condujo a su cabaña, tan maltrecha, que el viento se colaba por las rendijas. Ahí estuvo Francisco Javier, consumido por la fiebre. Sus amigos le hicieron algunas sangrías, sin éxito alguno. Entre los espasmos del delirio, el santo oraba constantemente. Poco a poco, se fue debilitando.
El sábado 3 de diciembre de 1552, según escribió Antonio, "viendo que estaba moribundo, le puse en la mano un cirio encendido. Poco después, entregó el alma a su creador y Señor con gran paz y reposo, pronunciando el nombre de Jesús".
San Francisco Javier tenía entonces cuarenta y seis años y había pasado once en el oriente. Fue sepultado el domingo por la tarde. Al entierro asistieron Antonio, un portugués y dos esclavos.

 P/D Son pocos los hombres que tienen el corazón tan grande como para responder a la llamada de Jesucristo e ir a evangelizar hasta los confines de la tierra. 
San Francisco Javier es uno de esos.  Con razón ha sido llamado: "El gigante de la historia de las misiones" y el Papa Pío X lo nombró patrono oficial de las misiones extranjeras y de todas las obras relacionadas con la propagación de la fe.
La oración del día de su fiesta dice así: "Señor, tú has querido que varias naciones llegaran al conocimiento de la verdadera religión por medio de la predicación de San Francisco Javier".
El famoso historiador Sir Walter Scott comentó: "El protestante más rígido y el filósofo más indiferente no pueden negar que supo reunir el valor y la paciencia de un mártir con el buen sentido, la decisión, la agilidad mental y la habilidad del mejor negociador que haya ido nunca en embajada alguna".

 

 

 

viernes, 29 de noviembre de 2024

SAN ANDRÉS Apóstol, el primero en seguir a Jesús y mártir del Evangelio

30 de noviembre, San Andrés, Apóstol y Mártir. 1er. Día de la Novena a la Inmaculada.

San Andrés, hermano mayor de San Pedro, nació en Betsaida, una humilde aldea de pescadores en Galilea. Desde joven, su espíritu inquieto lo llevó a buscar la verdad y a entregarse con fervor a la fe. Junto a su hermano Simón, era discípulo de Juan el Bautista, cuya voz profética preparaba los corazones para la llegada del Mesías. Un día, al ver pasar a Jesús tras su retiro en el desierto, Juan exclamó con profunda convicción: "He ahí el Cordero de Dios" (Jn 1,36). Estas palabras tocaron el alma de Andrés, quien, sin dudarlo, siguió a Jesús.

Al volverse Jesús y preguntar: "¿Qué buscan?", Andrés, junto con otro discípulo, respondió con un deseo ardiente: "Maestro, ¿dónde vives?". Y Jesús, con infinita bondad, los invitó: "Vengan y verán". Esa tarde, en la compañía del Maestro, marcó un antes y un después en su vida. Con el corazón rebosante de alegría, Andrés corrió a buscar a su hermano Simón y le anunció con júbilo: "¡Hemos encontrado al Salvador del mundo!". Así, se convirtió en el primero en llevar almas a Cristo, presentando a su hermano, quien sería conocido como Pedro, la roca sobre la que se edificaría la Iglesia.

Un apóstol cercano a Jesús

San Andrés aparece en momentos clave de la vida pública de Jesús. Fue él quien, con mirada atenta y corazón dispuesto, identificó al muchacho que llevaba cinco panes y dos peces, señalando a Jesús los humildes recursos que el Señor multiplicaría para alimentar a una multitud (Jn 6,8-9). También, junto con San Felipe, intercedió para que unos griegos pudieran ver a Jesús, mostrando su carácter conciliador y su deseo de acercar a todos al Maestro.

El Pentecostés: un nuevo impulso al apostolado

El día de Pentecostés, San Andrés, junto con la Virgen María y los demás Apóstoles, recibió al Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego. Este momento lo llenó de una fuerza renovada y de una pasión inquebrantable por llevar la Buena Nueva a los confines de la tierra. Su predicación lo llevó a regiones lejanas, como Escitia, Kiev, Novgorod, Bizancio, Tracia, y Acaya, enfrentándose a innumerables peligros y adversidades.

Con su vida de entrega, San Andrés se ganó el respeto y la conversión de muchas almas. Sin embargo, su fervor despertó también la ira de los poderosos. En Acaya, tras haber convertido a numerosos habitantes, fue arrestado por orden del procónsul Egeas. Aunque intentaron persuadirlo para que renunciara a su fe, San Andrés permaneció firme y sereno, proclamando a Cristo hasta el final.

El martirio: testigo de amor hasta la cruz

La tradición relata que San Andrés fue condenado a morir crucificado. Por humildad y amor a su Maestro, pidió no ser clavado en una cruz como la de Jesús, sino en una cruz en forma de "X". Durante dos días, colgado en aquel madero, siguió predicando con fervor, confortando a los fieles y perdonando a sus verdugos. Finalmente, entregó su espíritu el 30 de noviembre del año 63, bajo el imperio de Nerón.

Un legado eterno

San Andrés, apóstol de los primeros momentos, mártir del Evangelio y sembrador incansable de fe, sigue siendo ejemplo de entrega absoluta a Cristo. Su vida es un testimonio de cómo el amor por el Salvador transforma corazones y llama a cada uno a ser portador de esperanza y verdad, aún en medio de la adversidad.